Dicen que la distopía es la ingeniería literaria, cinematográfica y también política cuyos resultados son desastrosos para la vida de todas las especies.
Por citar algunos libros repasemos.
El cuento de la criada. Allí Margaret Atwood cuenta que unos políticos amparándose en la coartada del terrorismo islámico, se hacen con el poder y, como primera medida, suprimen la libertad de prensa y los derechos de las mujeres.
1984. George Orwell describe la vigilancia totalitaria, que se ejerce sobre una sociedad abarcando el pensamiento, la política, el idioma, la sexualidad y la lengua; valiéndose para ello, entre otros instrumentos, de la manipulación de la información.
Un Mundo Feliz. Aldous Huxley. Aquí encontramos una sociedad de castas, divididas en orden descendiente por el nivel mental de los ciudadanos. El mundo se encuentra unificado a excepción de unas varias regiones que incluye entre otras a América del Sur y nuevo México, a las que llaman “reservas salvajes”. En ese de enorme desarrollo tecnológico, todo el mundo tiene la obligación de ser feliz. Y si eso no resulta para aquellos que se deprimen, se recurre a la droga llamada Soma que llega a ser distribuida en alimentos y bebidas.
Como se sabe, son muchos los textos de ciencia ficción que nos advierten sobre las tragedias que promete el futuro. En mi caso tengo especial debilidad por Fahrenheit 451 de Ray Bradbury. La novela presenta una sociedad estadounidense del futuro en la que los libros están prohibidos y existen «bomberos» que los queman donde quieran que estos se encuentren.
¿Puede aplicarse “La teoría matemática de los conjuntos” a la literatura y la política? Partamos de una definición de manual: es una rama de la lógica matemática que estudia las propiedades y relaciones de los conjuntos.
Supongamos que uno de los libros mencionados es un conjunto de palabras, de ideas, de metáforas y todo ello está encerrado en un círculo. A continuación, trazamos otro círculo colindante que también contiene palabras, ideas y metáforas, repitamos la operación con los dos libros restantes.
De su lectura sacaremos conclusiones más o menos sencillas: que se trata de obras de ciencia ficción, que todas hablan de: la salud, la libertad, la verdad, la justicia, el sexo, la paz y la alienación de la condición humana. A estos conceptos también los llamamos denominadores comunes o factores comunes que convergen en un círculo central que comprenden una parte de los otros cuatro círculos respecto del futuro.
Pero ¿existe el futuro? El futuro no existe, lo piensa más de un filósofo.
A juzgar por los valores que elegimos en esta selección todo es presente. Somos una sociedad vigilada. Mi teléfono celular cada tanto me recuerda, por dónde anduve hace unos años y además publica fotos de esos momentos. Paga por mí y no solo me recuerda, me adivina. ¿Puedo prescindir de él? Para quienes, como es mi caso, NO. Si no tengo ese dispositivo no puedo acceder al servicio de salud de Pami, el aparatito contiene las órdenes médicas, las radiografías, los análisis. Hoy, en el ámbito judicial, este “amiguito”, puede convertirse en un delator, a veces sobre hechos ciertos, otros inventados, otros borrados por manos desconocidas. Y así en todos los ámbitos en los que nos desempeñamos.
Esta dependencia tecnológica nos esclaviza al imponernos condiciones que cada vez más benefician a un sector tecnológico y transnacional. Haga Ud. la prueba de quedarse sin internet.
¿La información que a diario consumimos se corresponde al menos con cierto carácter de profesionalismo y objetividad? Volvamos a los ejemplos, las redes sociales no son otra cosa que la pretenciosa existencia del El Ministerio de La Verdad de Orwell.
La ignorancia es fuerza, cito nuevamente a este último autor.
En días en que se multiplican las manifestaciones de discapacitados que practican una guerra contra la cultura, la lucha contra el hambre, la igualdad de géneros, la defensa de las mujeres y las niñas, la autoderminación de los pueblos o la privación de los derechos adquiridos, recurro a los libros.
Contrariamente a lo que sucedió, en Rebelión en la Granja (Orwell), habrá que imaginar un final distinto al que propuso “El cerdo”.
Tal vez la distopía y la utopía sean solo expresiones literarias.