por Serafina Burzio (Wheelwright - Santa Fe)
Ni bien entró al bar y la vio, se imaginó quién o qué era. Fácilmente identificable.
Todo la delataba.
Un cabello aleonado, negro azabache, enmarcaba su rostro casi cubierto por unos anteojos oscuros quizá para esconder la mirada seductora, esa usada como carnada para atraer a sus “clientes”.
Una boca de labios carnosos cuidadosamente pintada de un rojo cabarute, prometedora de besos ardientes, fogosos, que queman con solo recordarlos.
El vestido servía para asegurarle su hipótesis sobre la desconocida: de color fucsia, ajustaba su cuerpo realzando sus curvas. El escote amplio no enseñaba mucho simplemente resaltaba la generosidad de sus pechos y abría un camino hacia la fantasía más desbordante.
La vio nerviosa, inquieta, sus manos de largas uñas rojas tamborileaban impacientes sobre la mesa. Pensó que estas mujeres conocían el poder de ese color, sin duda un señuelo eficaz para incentivar y potenciar la calentura.
Estaba expectante, al acecho para ver cuál sería el primero de la lista del día y el precio a exigir según los “jueguitos” que pidiera. Su mirada bajo la pantalla de sus anteojos, vagaba sin parar en ningún lado, como abarcando todo en un juego que casi le resultó obsceno por la indiferencia que aparentaba mientras se ofrecía con descaro, indolente, desde esa mesa en penumbras.
El candidato no tardó en aparecer. Sin vacilar, seguro de sí mismo se encaminó directo a su mesa. Se imaginó el tenor de la conversación: un trueque entre oferta y demanda.
Lleno de curiosidad trató de no perderse ni una palabra.
_ ¿Preparada para debutar?¡Estás impecablemente producida! Siempre hay una primera vez y la tuya va a ser un éxito que va a marcar tu vida si encontrás el sabor que te depara ese momento de placer!
_Eso espero _contestó ella_ con el entrenamiento que tengo no dudo que así será! Gracias por las enseñanzas, seguro las llevaré a la práctica.
El tipo corrió la silla gentilmente. Escuchó las pisadas que se acercaban.
Después ya todo lo desconcertó, lo creado por su imaginación ,ese juego de ajedrez en que había colocado cada ficha en su lugar con seguridad de ganador, se derrumbó estrepitosamente.
SU JAQUE MATE HABÍA ABORTADO.
Detrás de un bastón blanco venía ella.
Se había sacado los anteojos y, al pasar a su lado, vio esos ojos muertos, la mirada vacía extraviada hacia cualquier lado.
En la esquina los esperaba un pequeño colectivo de cuyas ventanas asomaron varios rostros. Iguales sus ojos, iguales su mirada.
La parte delantera decía: ESCUELA DE TEATRO PARA CIEGOS.