Comer por depresión o estrés de manera recurrente podría facilitar el desarrollo de síntomas de adicción a los alimentos

AGENCIA UNIVERSITARIA DE COMUNICACIÓN DE LA CIENCIA, EL ARTE Y LA TECNOLOGÍA

PROVINCIA 16/03/2023 Diario Tres Diario Tres
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El dato surge de una encuesta realizada a 499 jóvenes, de 25 años de edad en promedio, que cursan estudios universitarios. El relevamiento detectó que quienes tenían mayores niveles de estrés y depresión tendían a consumir alimentos ultraprocesados e hipersabrosos para afrontar esta emocionalidad negativa y olvidarse de las preocupaciones. Esas malas conductas alimentarias se vuelven perjudiciales cuando se sostienen en el tiempo y se transforman en un patrón de conducta. La adicción a los alimentos es un factor de riesgo poco estudiado para la obesidad y el sobrepeso.

Generalmente se asocia el sobrepeso y la obesidad a un consumo excesivo de comida. Sin embargo, es posible que detrás de esa conducta exista una adicción a los alimentos.

Los estados emocionales negativos –como el estrés y la depresión– son algunos de los factores que pueden desencadenar esa adicción, según un estudio de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), que analizó estos mecanismos en estudiantes de nivel universitario.

Jóvenes que atraviesan situaciones de estrés o depresión porque les fue mal en un examen, o porque no se adaptan a su nueva vida universitaria, corren el riesgo de experimentar alteraciones de sus conductas alimentarias como respuesta a esas emociones negativas: comer para olvidarse de las preocupaciones y sentirse mejor.

“Algunas personas utilizan los alimentos como automedicación. Ingieren estos productos ultraprocesados, hipersabrosos y con alto contenido energético como una forma de disminuir el malestar emocional que están atravesando”, explica Macarena Fernández, investigadora del Instituto de Investigaciones Psicológicas (Iipsi) dependiente de UNC y Conicet, y primera autora del trabajo.

Ejemplos de alimentos ultraprocesados son chocolates, golosinas, galletitas, helados, snacks, gaseosas y comidas rápidas, como pizzas, lomitos y hamburguesas.2023-02-23-Adiccion-alimentos-03-faja

La investigadora asegura que la adicción a los alimentos es un factor de riesgo de la obesidad poco estudiado y que debería tenerse en cuenta a la hora de diseñar políticas de prevención e intervención.

Las y los estudiantes de la universidad son una población especialmente atraída por estos alimentos. En muchos casos, están comenzando a independizarse de sus familias y tienen que aprender a cocinar, elegir los alimentos y coordinar eso con las demandas sociales y académicas de la vida universitaria.

En este sentido, es una edad de mucha vulnerabilidad para desarrollar conductas de alimentación poco saludables. Además, como en esta etapa todavía el cerebro está en desarrollo, este grupo etario también es más vulnerable a desarrollar consumo problemático de sustancias.

SINTOMAS DE ADICCIÓN

El consumo se vuelve problemático cuando hay una pérdida de control sobre la ingesta y se observan indicadores de abstinencia, como sentir antojos intensos para los alimentos cuando no tenemos acceso a ellos. “Hay adicción cuando el consumo de esa sustancia afecta a las actividades de la vida personal, social y laboral”, asegura Fernández.

Y agrega: “Comerme un alfajor después de que me fue mal en un examen no constituye una patología. Pero cuando ese hábito se produce de manera repetida y se convierte en un patrón, puede transformarse en un consumo problemático. Y eso puede tener consecuencias en la salud, como obesidad o diabetes”.

Para la investigadora un aporte muy importante de este trabajo es que habilita hablar del tema. “Hay que ayudar a quitarle el estigma a las personas que se sienten fuera de control con las comidas. Y también llamar la atención sobre el papel que está cumpliendo la industria alimentaria con la creación de productos que están diseñados para generar adicción”, señala.

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