GRAN ANGULAR: Vida de perro II

Nota: Valdir Peyceré

SANTA ROSA 12/05/2022 Diario Tres Diario Tres
perrro

En esta segunda entrega de “Vida de perro”, voy a dejar de lado la vida de “nuestros perros” (los perros del barrio y los que tienen un hogar más o menos cómodo) y referirme a los perros de la calle. Aquellos que encontramos en diversos lugares de Santa Rosa y que viven en la calle aun cuando en muchos casos son “adoptados” por vecinos de buen corazón. “Callejeros” es su apelativo más común y de tanto andar por los mismos lugares de siempre, uno se los va topando aquí y allá y los va identificando.

Aquél muy gordo que circula entre “La vaca echada” y el final de la parte peatonal de la Libertad; ese otro que persigue a los coches en la Hipólito Irigoyen;  el beige que siempre deambula por El Remanso… uno que se parece a “Furia”, la perra de mi hermana, en frente a la Terminal de Ómnibus… son muchos, pero tampoco tantos porque, ¿cuántos acaban siendo adoptados por muchos ciudadanos/as de Santa Rosa? Claro que éstos (muchos de éstos) no se dejan adoptar y ahí, quien sabe, esté la clave de que sigan en la calle.

Su ADN ya está ligado a esa vida sin comodidades pero con singular libertad que las calles del pueblo les brindan. Allí me los encuentro nuevamente los sábados por las noches,  cuando voy y vengo para hacer mi programa de radio (“La luz de la Manzana”) de 20:00 a 22:00 hs… cuando voy, claro, todavía hay mucha gente circulando por la Libertad, lo que no pasa a la vuelta, que siempre es pasadas las diez de la noche y allí encuentro a aquellos tres o cuatro que se albergan en ese mini callejón al lado de la otrora “Tienda San Antonio”… todo un símbolo de cuidado con los perros, ya que además de algún abrigo, estos canes tienen alimento, por los granos de balanceado que vemos depositado en la acera. 

Subiendo la Hipólito Irigoyen, me encuentro con “mi amigo”, el “perseguidor de coches” en la esquina de una sandwichería iluminada… me mira serio, con alguna expectativa y yo con varios interrogantes (¿será que alguien lo alimenta?, ¿se quedará ahí toda la noche?) y un qué de “culpabilidad” me abruma, porque pienso que podría hacer algo… tal vez traerle alimento el próximo sábado… pienso, también, que solo me faltaba que además de ocuparme de todo lo concerniente al armado de mi programa y generalmente cuando voy a pie a la radio con la mochila bastante pesadita (¡caminando unos 2 kilómetros desde casa!) tenga que ocuparme de un perro callejero! Pero bueno, “no queda otra!”.

A mi otro amigo; el “beige de El Remanso”, todos los turistas (y aquellos que les gustan los perros, claro) siempre lo miman y les tiran palos y (curioso) piedras! Para que las traiga y juegan con él… imagino que alguien lo debe alimentar porque siempre lo veo bien, con su pelaje intacto y en buen estado.  

Sé que hay otros… por los barrios que no frecuento tanto; Santarelli, V. Strada, Santa Rosa del Río, Villa Incor… sé que otros tal vez no sean tan afortunados, que aun viviendo en la calle tengan una vecina o vecino que se ocupe de darles, por lo menos, alimento. Pero ahí estamos los que los queremos, sabiendo que ese cariño siempre es correspondido. Algunos momentos (entre muchos) pueden ser reflejados por la poesía que en un instante de inspiración la compuse (o bajó el “satori”*) con aquel perro de “El Remanso” y un bando de patos detrás. Así que además de la foto resumí ese momento en este haiku:

 Este perro:

vive alrededor del río,

¿y en sus sueños?

 

*Satori:  La “iluminación” en el zen-budismo. Un momento que se percibe escuchando nuestro “ser interior”.flora

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