A dos décadas del estallido social

Nota de opinión

Política29/12/2021Diario TresDiario Tres
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por Franco Sarachinifrancos sarachin

Las crisis que se dan tanto en el plano económico, como en el político y social, suelen ser acumulativas y por lo general tienen intervalos de respiro que permiten sacar la cabeza para tomar aire, poco antes de morir ahogados. 

Pero algunas veces no se da de esta manera, y los estallidos sociales son la única salida a tanta asfixia. Eso fue lo que ocurrió en México, Brasil, Perú, Venezuela, Chile y la Argentina, entre tantos otras naciones de la región. 

En Latinoamérica, un modelo similar se había instalado entre los 60 y los 70 con la intervención de las Fuerzas Armadas dando golpes de Estado. Y aunque la excusa era siempre la de frenar el avance comunista, el control de la economía, la injerencia norteamericana en la política, la cultura y el futuro del continente, era el verdadero motivo de la cuestión. 

En nuestro país, el peronismo había descubierto que se podía gobernar con mayor equidad, generando inversiones que garantizaran el desarrollo de la Nación durante décadas, y había incluido en la política a los sectores más vulnerables. Eso era un mal ejemplo para los demás países y por ello, desde el ascenso al poder de Perón y a pesar de ser militar, quienes respondían a los intereses macroeconómicos que profesa el capitalismo salvaje que encarna Estados Unidos, se dieron a la tarea de generar revueltas y varios intentos de golpe que desembocaron en la masacre del 55’. 

Desde entonces, el país entró en una especie de túnel lúgubre y espeso, que terminó por volverse totalmente turbio con el Golpe Militar del 76’. Las muertes y desapariciones han sido y siguen siendo materia de estudio y búsqueda de justicia. Pero también en esa época se tomaron grandes deudas que acabaron por sepultar el futuro de varias generaciones. “Al finalizar la dictadura, la deuda había aumentado un 449%. La misma había ascendido de 8,2 mil millones en 1976, a 45 mil millones en 1982, constituyendo parte de la pesada herencia que recibiría la administración de Raúl Alfonsín”, dice el sitio Museo de la Deuda Externa Argentina.

De acuerdo a las explicaciones de la web que pertenece a la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA, “a comienzos de 1976 se congelaron los salarios, se eliminaron los sistemas de control de precios y se incrementó el tipo de cambio. Esto produjo un rápido deterioro del 30% del salario real de las clases trabajadoras. A su vez, se sancionó una nueva ley de entidades financiera que permitía la libre movilidad de los capitales; se abrió la economía y se bajaron aranceles, con el pretexto de controlar la inflación. Por su parte, los sectores dominantes de la sociedad que disponían del acceso al crédito internacional se volcaron por la bicicleta financiera en detrimento de la inversión productiva”. 

Y detalla que por bicicleta financiera se conoce al proceso que consiste “en obtener dólares a una baja tasa de interés en el mercado internacional, colocarlos en el mercado interno con un diferencial de tasas de interés – en relación a la tasa internacional -, reconvertir dichos créditos nuevamente a dólares y retirarlos del país”.

Así, y sólo por arrojar algunos datos que ayudarán a comprender el desenlace, “hacia fines de la dictadura, el 17 de noviembre de 1982, se llevó a cabo la estatización de la deuda de los grandes grupos empresarios privados. La deuda estatizada ascendía a USD 14.5 mil millones. La mayoría de los préstamos contraídos por las empresas privadas que generaron dicho monto, se trataban de meras registraciones contables entre las casas matrices y las sucursales radicadas en Argentina, es decir, auto-préstamos y maniobras fraudulentas”.

Una vez concluida la etapa más oscura de la Historia Nacional, vino el gobierno de Raúl Alfonsín, que si bien hizo algunos intentos por manejar la economía, le fue imposible llevarlo a cabo. En sus años de gestión, la hiperinflación socavó el poco poder político que supo construir en un contexto por demás complejo, y ese amor que lo celebró en su asunción presidencial, se fue diluyendo ante la incapacidad de contener los precios. Fue esa etapa donde la falta de previsión económica hacía de la inestabilidad una constante, y donde la variación de lo que costaba un kilo de pan o de azúcar de la noche a la mañana, tuviese un impacto directo y catastrófico en el bolsillo de los trabajadores. 

La entrega anticipada del mando a Carlos Saúl Menem es una muestra del fracaso económico de su gobierno. Y por ese entonces, el riojano parecía representar las esperanzas de una Argentina más próspera que llegaba a la Casa Rosada con el sello del peronismo. 

En primera instancia hubiese parecido que así era…porque durante varios años logró darle pan y circo a la gente. Vendía cuanta empresa estatal quedaba en pie y con ello repartía espejitos de colores a la población. Tenía además la cualidad de ser carismático, y grandes figuras como rockstars, deportistas o famosos de élite nacional e internacional, le servían de pantalla.

Una vida mediática parecida a la de una estrella de Hollywood y una capacidad para decir barbaridades con una seguridad pocas veces vista, parecían obnubilar todo lo que estaba aconteciendo. Frases como “se va a licitar un sistema de vuelos espaciales, mediante el cual desde una plataforma que quizá se instale en la provincia de Córdoba. Esas naves espaciales, con todas las seguridades habidas y por haber, van a salir de la atmósfera, se van a remontar a la estratósfera, y desde ahí elegir el lugar a donde quieran ir. De tal forma, que en una hora y media podremos estar desde Argentina en Japón, Corea o en cualquier parte del mundo. Y por supuesto, los vuelos hacia otros planetas, el día que se detecte, de que en otros planetas también hay vida", formuladas en la apertura del ciclo lectivo de 1996 en un colegio de Salta, parecían no calar profundo en cuanto a la incapacidad de generar un discurso formado y justificado, sino que a la gran mayoría, estas “burradas”, hasta les parecía simpáticas.

A los tumbos y con prácticamente nada que vender, Menem concluyó su periodo de poder al frente de la Nación, para darle paso a Fernando de la Rúa, un personaje casi opuesto a su antecesor respecto a su carisma. La alianza con la que llegó al centro de la escena hace acordar en muchos aspectos a la misma que catapultó a la presidencia a Mauricio Macri. Dentro de las similitudes, se pueden contar también medidas económicas parecidas, el pedido de socorro al Fondo Monetario Internacional (que agazapado, aguarda siempre para clavar las garras de quienes corren en su auxilio), y la alimentación de una bicicleta financiera que no había dejado de girar ni durante la época de Alfonsín, ni mucho menos en la era de Menem.

Lo que viene después, la gran mayoría lo recuerda. Escándalos de corrupción, una inflación galopante, cambio de monedas, Corralito, violencia y represión. Todo el escenario gestado desde hacía décadas, estaba en estado de ebullición. Y una población que en su 50 por ciento era pobre, dio el batacazo final a un sistema que no solo era falto de respuestas a demandas, sino que además replicaba con balazos de goma, jinetes con cachiporras y muerte.

Vivir en esa época fue una osadía. Las caras de los padres que no sabían cómo hacer para pagar las cuentas, el trabajo pésimamente remunerado, la taza de mate cocido y el bollo de pan de ayer en la mesa por las noches, y la transmisión directa de todo lo que acontecía y podía seguirse por los principales canales de televisión, es el cuadro más representativo del 2001.

Las ollas populares, los jubilados abandonados a su suerte, los comercios que no aceptaban los bonos de esa semana (porque la moneda cambiaba constantemente), los ánimos por el suelo y el nivel de descreimiento en la política y la clase dirigente, eran parte del contexto. 

Salir de ese embate fue una verdadera hazaña, y cuando un par de años después habíamos recuperado un poco del amor propio gracias a una gestión que llegó para cambiar la historia del país en los albores del inicio del nuevo siglo, parecía que todo eso había quedado muy atrás. 

Rápidamente nos acostumbramos a volver a tener esperanzas, a contar con una moneda en el bolsillo y reclamamos una vez más algo de lo que nos correspondía. Los que se habían tomado el primer vuelo para buscar laburo en el exterior, regresaban porque no hay como estar en casa. Las parrillas se llenaron otra vez de asado, y muchos y muchas que habían quedado totalmente por fuera del sistema, fueron acogidos nuevamente por los múltiples brazos del Estado. 

Con errores y aciertos, el campo nacional y popular reconstruyó los tejidos rotos, prácticamente inexistentes salvo los que hilaban la solidaridad, que es un estandarte de quienes habitamos esta Nación. Y a pesar de que solamente había pasado poco más de una década, un día la población volvió a elegir a un Presidente que les proponía llevarlos exactamente al mismo lugar de donde habíamos salido tiempo atrás. 

La toma de deuda externa multimillonaria que hipotecó a las próximas generaciones de argentinos y argentinas ni siquiera sirvió para propiciar un terreno prometedor a futuro, ya que en lugar de invertir en obras de desarrollo productivo que garanticen trabajo y crecimiento, fue utilizada para seguir haciendo girar la bicicleta financiera que se había desarticulado y volvió al ruedo con ganancias estrepitosas para quienes más tienen en el país.

Aunque sin ser cíclica, la historia muchas veces parece que se repite, y es notorio que cuesta aprender. Hoy, a 20 años de aquel estallido social que nos llenaba de odio, rabia, impotencia y dolor, es meritorio detenernos dos segundos y replantearnos hacia dónde vamos. Hay que pedirle a la población argentina que piense una y otra vez a la hora de sufragar. Poco es lo que tenemos posibilidad de elegir. A nuestros representantes, es una de ellas. Y hacer ta-te-ti en el cuarto oscuro, claramente nos puede llevar otra vez a repetir fracasos que hundan en la miseria a propios y ajenos, a actuales y venideros, a hermanos y hermanas que no merecen nacer en un país que se encuentre de rodillas. Porque si hay algo que sabemos hacer perfectamente desde que nos paramos, es aprender a caminar.