POR VALDIR PEYCERÉ
Un hecho fortuito, casi diría banal, fue lo que originó que me enterara del centenario del nacimiento de Charles Bukowski (1920/94). Un recorte de periódico que estaba entre otros papeles de diario para envolver, que casi tiro a la basura junto con polvo de café, fue lo que me posibilitó este tema para el Gran Angular de hoy. Antes de tirarlo veo algo que me pareció interesante; el título: “El Cronista de los bajos fondos” (Perfil, 16/03/2008). Una nota bastante larga y detallada de Ezequiel Aleman y una columna de Fabián Casas me posibilitaron este “descubrimiento”. El origen del mismo, probablemente al propio Bukowski le hubiera encantado. También mi sinceridad. No soy su admirador, ni siquiera su lector… pero me gusta creer en la intuición y el destino y sé que a veces ciertas valoraciones literarias vienen con el tiempo… y eso; el Tiempo, es muy propio de la literatura; una virtud que comparte también, quien sabe, con el vino.
La sinceridad o “el coraje de la verdad” como decía Michel Foucault, es bueno tenerla. Puede generar enojos, algunas controversias, inemistades… pero siempre es preferible a la mentira. He leído los poemas de Bukowski y no me entusiasman. Solo rescato alguno que otro. Me resulta sorprenderte que su fama se debiera a ellos, pero no, los críticos se refieren a sus crónicas y sus novelas como lo verdaderamente consistente de su escritura. El Cartero (1971), Factotum (1975), Mujeres (1978), La senda del perdedor (1982, su novela autobiográfica) ; Hollywood (1989) y Pulp (1994) fueron sus obras en prosa y aquí, según los críticos y los lectores más avezados de este escritor, llamados por algunos como el “último escritor maldito” está el filón de calidad literaria que nos dejó para la posteridad. De cualquier forma, Bukowski, nos vendió a él mismo. Su referencia fue el alcohol, las prostitutas, la vagancia y la oscuridad (o luminosidad) de los lugares olvidados de las grandes ciudades. Su estar de una forma incómoda en el mundo. Según la crítica italiana Fernanda Pivano en “Factotum”, su protagonista no lucha contra la inanidad del universo; se limita a mostrar la absoluta falta de sentido de una vida de masas alienada por la despersonalización, encadenada a la necesidad económica paralizada por la imposibilidad de liberarse en el buen camino que conduce a la tumba.
Sin duda su lectura es pesada, no muy diferente de la forma como Bukowski entendía la vida. Nacido en Andernach, Alemania, como Heinrich Karl Bukowski, un 16 de agosto de 1920 e hijo de una alemana casada con un norteamericano, el futuro Charles, se mudaría a los EEUU un poco después de su nacimiento (o sería más ajustado decir “lo mudarían”), ya que Alemania pasaba por el bajón posterior a la Primera Guerra Mundial. Baltimore sería la ciudad elegida. No voy a hacer un panegírico ni detenerme demasiado en su biografía. Él mismo se refiere diversas veces al abandono paterno, a la falta de cariño, a un hogar disgregado. Mucho de eso se refleja en la personalidad del futuro Charles Bukowski. Rescato sin embargo dos poemas (o dos pasajes de los mismos, porque en general su poesía es demasiado verborrágica):
Están por todos lados
los oledores de tragedias están
por todos lados,
se levantan a la mañana
y empiezan a encontrar las cosas
mal
y se sumergen
en la rabia.
una rabia que dura hasta
que se van a la cama
e incluso ahí
se retuercen en su insomnio,
incapaces de quitar
de sus mentes
los pequeños obstáculos
que han hallado.
(…)
es un mal
una enfermedad de
esa raza.
el primero de ellos
que vi fue
mi padre.
y desde entonces
he visto
mil padres,
diez mil padres
malgastando sus vidas
en el odio,
arrojando sus vidas
al pozo ciego
y
gritando
enloquecidos.
Si el poema hubiera sido escrito hoy uno pensaría que Bukowski se refiere a los “odiadores seriales anticuarentena” o algo parecido, pero no, nuestro poeta lo escribió hace más de 40 años. De cualquier forma, estos individuos están ahí siempre. Son lo que en Argentina se definen como los eternos mufas o amargados.
Pájaro Azul
Hay un pájaro azul en mi corazón que
quiere salir
pero soy duro con él,
le digo quédate ahí dentro,
no voy a permitir que nadie
te vea.
Hay un pájaro azul en mi corazón que
quiere salir
pero yo le echo whisky encima y me trago
el humo de los cigarrillos,
y las putas y los camareros
y los dependientes de ultramarinos
nunca se dan cuenta
de que esté ahí dentro.
(…)
Hay un pájaro azul en mi corazón
que quiere salir
pero soy demasiado listo,
sólo le dejo salir a veces por la noche
cuando todo el mundo duerme.
Le digo ya sé que estás ahí,
no te pongas triste.
Luego lo vuelvo a meter,
y él canta un poquito
ahí dentro, no le he dejado
morir del todo
y dormimos juntos
así
con nuestro
pacto secreto
y es tan tierno como
para hacer llorar
a un hombre,
pero yo no lloro,
¿lloras tú?
Este sí me gustó. Y escribo de Bukowski un poco “a lo Bukowski”, sin tener grandes certezas sobre un nuevo – viejo escritor “maldito” que en su centésimo aniversario pasó casi inadvertido. A sus escritos en prosa tendré que leerlos antes de escribir como lo hago ahora, como si fuera encima de la arena o sobre el agua. Igual tratemos de que esta huella no se borre del todo.