Si, ¡el amor sí existe!

COLUMNAS e HISTORIAS

SANTA ROSA 01/06/2020 Diario Tres Diario Tres
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por Carola Ferraricaro

 
Mi hermana y mi cuñado están juntos hace casi treinta años. Veintiocho, creo. Es un montón, increíble decirlo, escribirlo. Verlos juntos también es increíble, porque ellos parecen novios, siempre, todo el tiempo. Son más intensos y románticos que cualquier novio nuevo que anda ahí haciéndose el enamorado. A veces llego a visitarlos y están decidiendo qué color para la pared del patio, poniendo plantitas en una mini huerta que armaron al lado de la pileta, un colchón con una manta y almohadones al lado de la pile y ellos dos siempre tienen cara de trampa, como recién descubiertos en chanchadas. “¡Que tarada sos!” me dicen si se los insinúo, pero se ríen, los dos y juro que es porque se pasan el día haciendo y pensando chanchadas. 

Mi cuñado es de esos primeros amigos de la más tierna juventud, a los catorce años lo conocí y desde entonces es mi cuñado. Casi un hermano. Una vez se habían escapado con mi hermana y se habían ido a vivir a una casita pegada a la nuestra que sabíamos que los dueños eran turistas y no vendrían y estuvieron ahí varios días, sin que mi madre supiera que su refugio estaba colindando con nuestra casa. Yo tengo el recuerdo de llevarles comida. Pero capaz fusioné ese recuerdo con uno de la infancia en el que mi hermana había encontrado refugio en el techo, también escondida de Cintia, yo le alcanzaba pan con queso. Así que no sé si ese pan con queso es de cuando yo tenía seis o cuando tenía catorce. 

La cosa es que mi hermana y cuñado son piscianos. Marzo es el mes donde cumplen años y desde hace casi treinta años que festejan con una diferencia de quince días. Y han armado toda una historia romántica con estos de que los dos son del mismo signo, aunque son re distintos, mi cuñado es súper deportista, competitivo, gana torneos y odia perder, mi hermana, en cambio, es paz y amor, no quiere competir, no le gusta criticar, ella siempre entiende las diferencias. 

Fiona, en esta cuarentena, empezó un curso de astrología, así que estamos a pleno con las cartas natales, los astros y las energías en luz y sombra de cada planeta y signo. Al hacerle la carta a su tío descubrió que por la hora de nacido ya no era de Piscis sino de Aries, y toda su energía fogosa tuvo sentido. 

Casi treinta años de pensar que alguien es pisciano y de golpe se vuelve el signo más tremendo del zodíaco, y yo, intensa como soy, empecé con mis exclamaciones muy sagitarianas: ¡¡nooooooo no te puedo creeeerrrrr, sos re ariano!! Mi hija dice: sí, es re ariano pero dice que quiere seguir siendo de piscis. 

“Eso no se puede”, pienso, uno no elige qué signo ser. Y le pregunto a mi cuñado porque dice eso. “Es que no quiero dejar sola a mi gordita”, “siempre fuimos piscianos”. 

Mi hermana lo mira con sus ojos de pisciana profunda y comprensiva y le dice: “si vos querés ser ariano, sé ariano”. Mi cuñado, saca toda su chispa, y con los ojos convertidos en llama le dice: “ah, que, ¿me estás hechando de piscis?”.  

            Ver esa escena me llenó de amor, me hizo creer que existe, que es posible. Al menos para estos piscianos que parecen habitar más allá de los astros. 

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