Una nueva oportunidad para la vida en la Tierra

SANTA ROSA14/05/2020Diario TresDiario Tres
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por Franco Sarachinifrancos sarachin

 
Si en este contexto hay un triunfo es el de la naturaleza. Es que por primera vez desde que la especie humana invadió el planeta con sus industrias y sus máquinas, la flora y la fauna parecen haber recobrado una parte de lo que siempre fue suyo, y hasta el aire se siente más limpio. 

Esa sensación en parte es real. Durante varios siglos se convivió en armonía, tomando de la flora y la fauna lo necesario para sobrevivir. Pero la ambición de poseer más que el resto, de acumular riquezas y/o excedentes, hicieron que los seres humanos crearan sistemas que vayan en ese sentido, a veces mejorando la calidad de vida de la propia especie, pero casi siempre en detrimento de la naturaleza. Así, las dos revoluciones industriales marcarían puntos de partida sin retroceso en este aspecto. 

Por supuesto que tanto la primera, que tuvo lugar en la segunda mitad del siglo XVIII y significó en Gran Bretaña y gran parte de Europa una increíble transformación económica, social y cultural, dando inicio a la era de la tecnología; y la segunda, desde mediados del siglo XIX que ampliaría las fronteras de ese desarrollo tan buscado, impactaron como nunca antes en el mundo. La manera de organización de la comunidad pasó a girar en torno a la industria, y quienes siguieron apostando a lo agrícola, modificaron su visión de supervivencia por la de acumulación. Las ideas del capitalismo se expandieron en la totalidad del globo terráqueo como un cáncer, y antes de que muchos conocieran de qué se trataba, ya habían adoptado lo que proponía. 

Hoy, mirándolo en el tiempo, ese sistema era sinónimo de lo que muchísimas décadas después conocimos como “el sueño americano”. Equivale a esa sensación de progreso desmedido, de crecimiento sin límites, de creer que todo es posible, de visualizar sólo el presente de cara al futuro, sin analizar las consecuencias. Y estas últimas justamente (las consecuencias) son las que han llevado a la destrucción del planeta. 

Las mejoras en la calidad de vida en muchísimos aspectos, el aumento de la población mundial, la extensión de la esperanza de vivir, las comodidades y el desarrollo en una infinidad de cuestiones han sido por demás satisfactorios a la hora de cubrir demandas. Pero poco se hizo en todo este tiempo respecto a la contaminación, por ejemplo, que acumuló tantos gases que acabaron por crear un agujero en la capa de ozono, único escudo que hace posible la vida en la Tierra. 

El smog, la lluvia ácida, el derretimiento de los polos, la disminución de las reservas de agua dulce, el calentamiento global, la extinción de especies tanto vegetales como animales, la destrucción de la biodiversidad, la producción de alimentos transgénicos y con conservantes, la contaminación del aire, el agua, la tierra y los cuerpos también son parte del resultado de ese sistema iniciado hace tanto y profundizado con el correr del tiempo. 

El parate a nivel global producido por una cuarentena obligatoria tiene y tendrá efectos sumamente negativos en lo económico y en lo social. Pero también representa un respiro de siglos en materia de emisión de gases tóxicos. Parcialmente el aire comienza a limpiarse. La capa de ozono empieza a recuperarse. Y much@s, por vez primera, toman real consciencia de los daños incesantes que le han causado a su entorno y a sí mism@s. 

A principios de abril, la CONAE (Comisión Nacional de Actividades Espaciales) dio a conocer una serie de mapas surgidos de datos satelitales que evalúan la reducción de la contaminación atmosférica desde el comienzo de la cuarentena. Así, las áreas de mayor emisión de dióxido de nitrógeno como lo son Ciudad de Buenos Aires, Gran Buenos Aires y Córdoba, mostraron una caída en sus niveles. A grandes rasgos, este compuesto químico surgido de la combustión a altas temperaturas, producido, por ejemplo, por los motores de los vehículos, representa la generación de ácidos contaminantes que afectan principalmente al sistema respiratorio. 

“Los promedios de las tres semanas previas y posteriores obtenidos de las observaciones diarias hechas por el satélite Sentinel-5p muestran que el dióxido de nitrógeno (NO₂) presente en la atmósfera de los centros urbanos más importantes del país se ha reducido significativamente tras la definición del Aislamiento Obligatorio”, afirma María Fernanda García Ferreyra, experta en temas de calidad de aire de la Unidad de Emergencias y Alertas Tempranas de la gerencia de Vinculación Tecnológica de la CONAE, quien realizó los mapas.

“Es notable ver cómo en otros conglomerados urbanos de la Argentina (Córdoba, Rosario, Mendoza y San Miguel de Tucumán) se observan valores de magnitud similar para el momento previo al Aislamiento, pero cuando se los compara con los registrados sobre el área metropolitana de Buenos Aires y Conurbano bonaerense, resultan entre 5 y 6 veces más bajos.”, agregó.

Por su parte, otras agencias como la NASA (Administración Nacional de la Aeronáutica y del Espacio) y la ESA (Agencia Espacial Europea), que también vienen utilizando satélites para este tipo de observaciones, concluyeron que situaciones similares de reducción de dióxido de nitrógeno se están dando en gran parte de Europa y China, por ejemplo, desde que la población se ha resguardado en sus viviendas.

Pero que esto no confunda a nadie, porque esta reducción se da por una cuestión netamente circunstancial y no es resultado de que la población esté accionando en pos de revertir el cambio climático. La Organización Meteorológica Mundial (OMM) lo deja bien en claro al expresar en un comunicado que “es demasiado pronto para evaluar las implicaciones para las concentraciones de gases de efecto invernadero que son responsables del cambio climático a largo plazo. Los niveles de dióxido de carbono en las estaciones de observación clave han sido, hasta ahora, más altos que el año pasado”.

A colación, vale destacar la opinión del secretario general de la OMM, Petteri Taalas, quien hizo hincapié en aprovechar la coyuntura actual para repensar la estructura económica mundial y poder desarrollar sistemas y prácticas más amigables con el medio ambiente. 

De manera similar lo cree Inger Andersen, la directora ejecutiva del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, quien sostiene que "cualquier impacto ambiental positivo después de esta aborrecible pandemia debe comenzar por el cambio en nuestros hábitos de producción y consumo hacia modelos más limpios y sostenibles. Porque sólo las transformaciones sistémicas a largo plazo cambiarán la trayectoria de los niveles de CO2 en la atmósfera. En el período poscrisis, cuando se diseñen paquetes de estímulo económico que incluyan infraestructuras, existirá una oportunidad real de satisfacer esa demanda con planes sostenibles de inversiones en energía renovable, edificios inteligentes, transporte público limpio, entre otros".

No hay que olvidar que, salvando todas las distancias, cuando se produjo la crisis económica con fuerte impacto internacional entre el 2008 y el 2009, los grados de contaminación también se redujeron por la disminución en la actividad industrial. Pero una vez superada, los indicadores de emisión de gases tóxicos rompieron récords, dándole continuidad al camino de destrucción del planeta que nos alberga. 

Dicen cotidianamente (aunque en un sentido estricto no signifique eso), que el término crisis para los chinos significa también oportunidad. Y no hay momento más propicio para transformar esa creencia popular en una realidad tangible. El mundo y sus recursos son finitos. La prolongación de nuestra estadía en él depende más que nunca de una revisión profunda de nuestras acciones. 

Que así sea entonces, y que los verdaderos manipuladores de la economía global sean capaces de crear una propuesta superadora que permita la fraternidad entre nuestra especie y la tierra que habitamos.