
Por Vadir Peyceré
Una larga vida… un inmenso recorrido más allá de lo meramente cronológico fue su paso por la aventura terrestre. Poeta, religioso, teólogo, escritor, predicador y activista político, Ernesto Cardenal es el nombre de un atento defensor de los postergados, es la voz y el mapa de Centro América y de su pequeño e inmenso país: Nicaragua. El país de Sandino, de la Revolución Sandinista, de Rubén Darío; una patria de lucha y de poetas. Dos veces me toca escribir casi “al hilo” sobre poesía (la edición pasada comenté sobre la poeta norteamericana Sylvia Plath) y esta vez, la noticia de la muerte del poeta me “obliga” a abordar algo de su vida y de su obra. Y me obliga porque Cardenal lo merece pero también porque singularmente algunas “casualidades” me acercaron a conocer y abrazar su legado.
Nacido en Granada, Nicaragua, el 20 de febrero de 1925, Ernesto Cardenal falleció ayer (1º de marzo) en la capital nicaragüense, Managua. Noventa y cinco años de trabajar por la justicia y la armonía de su pueblo y decir justicia es decir igualdad, es decir inclusión, es decir distribución equitativa de la riqueza de un país. Todo eso que pone los pelos de punta a las derechas. Defensor y partícipe de la Teología de la Liberación, Cardenal fue ministro de cultura luego de triunfar la revolución sandinista (1979/87). Pero volviendo bastante en el tiempo se puede afirmar que su vida como padre de la Iglesia Católica va a comenzar a gestarse a partir de su entrada en los claustros de Nuestra Señora de Getsemaní en Kentucky (EEUU) en 1957, después de completar sus estudios universitarios en la Facultad de Ciencias Humanas en México. Posteriormente a la muerte de su protector y amigo (el monje norteamericano Thomas Merton); Cardenal retorna a México en 1959 para estudiar teología. Algunos años después (1965) Ernesto Cardenal es nombrado sacerdote, fundando poco después una comunidad religiosa, incluyendo a artistas y pescadores, en la isla de Solentiname en el Lago de Nicaragua.
Como integrante de la Iglesia de los pobres, de la teología de la liberación, tuvo sus momentos difíciles como su amonestación por parte del papa Juan Pablo II en 1983 por participar del gobierno sandinista y por sus ideas socialistas contrarias (según el papa) a los postulados de la Iglesia. Un año después, en marzo de 1984, Wojtyla lo suspendería (de por vida) del magisterio religioso (de ministrar la misa como sacerdote) junto con otros sacerdotes, la mayoría perseguidos por la cúpula eclesiástica por pertenecer a la teología de la liberación. Recién hace poco, el 19 de febrero de 2019, el papa Francisco le levanta la punición para que vuelva a ejercer plenamente las actividades de sacerdote. A pesar de haber sido un entusiasta participante de la Revolución Sandinista, Cardenal se encontraba distanciado del actual gobierno de Daniel Ortega por tener fuertes divergencias con los rumbos actuales del gobierno nicaragüense.
Sobre su relación con la poesía, Ernesto Cardenal una vez dijo: “La poesía ha sido mi vida. Soy poeta, sacerdote y revolucionario, pero la primera vocación con la que nací fue con la poesía. Si algún impacto tiene mi obra es por razones extraliterarias. Yo no soy grande como escritor, pero es grande la causa que inspira mi poesía: la causa de los pobres y de la liberación” Sin duda, ha sido el descubrimiento de la poesía norteamericana y en particular el hallazgo de la obra de Ezra Pound, a quien Cardenal tradujo al español, después de su permanencia en Nueva York, entre 1948 y 1949, como estudiante de la Universidad de Columbia. De Pound tomó un recurso que “consiste más que en un collage, más que en la cita de un trozo de rango poético, en una sabia redistribución de la prosa del historiador o del viajero hasta que alcance un nivel lírico o épico”. Y es “gracioso” como la nota que escribí la semana pasada, de alguna forma se emparenta en algo con este ensayo ya que Sylvia Plath también había sido influenciada por el gran poeta norteamericano. Claro que en nuestras tierras y en nuestro idioma, Cardenal tuvo a Pablo Neruda, Federico García Lorca y Rafael Alberti como sus predilectos autores que le dieron una lírica inconfundible (que con el tiempo fue cediendo) a sus primeros versos.
Al comienzo de la nota me refería a las coincidencias que tuvo en mi vida poética y la aproximación con la obra de Ernesto Cardenal. En realidad le debo al poeta la aproximación con la poesía de Nicaragua como un todo. Nombres como los de Alfonso Cortés (1893/69), José Coronel Urtecho, Joaquín Pasos (1914/47), Carlos Martínez Rivas, Omar D’ León, Leonel Rugama (1949/70) hoy no me son indiferentes. Esto se debió a una antología que me regalaron en el comienzo de los 80’; “Poesía de Nicaragua” cuya selección y prólogo son de autoría de Cardenal. En poesía, publicó Hora 0 (1957), Gethsemani Ky (1960), Epigramas (2001), Salmos (1964), Oración por Marilyn Monroe y otros poemas (1965), El estrecho dudoso (1966), Mayapán (1968), Homenaje a los indios (1969), Canto Nacional (1973), Oráculo sobre Managua (1973), Canto a un país que nace (1978), Tocar el cielo (1981), Vuelos de victoria (1984), Los ovnis de oro (1988) y Cántico cósmico (1989), entre otros títulos.
Alejado de los contertulios y el marketing ligado a los premios y homenajes de los centros de decisión académicos y culturales… de las “alfombras rojas” de la fama; Cardenal tuvo poca aceptación por parte de la crítica literaria. En esta nota yo mismo no tengo suficientes “herramientas” como para hacer una crítica estricta sobre su poesía. En la antología referida él coloca un poema demasiado extenso que en realidad es un fragmento (¡!) de una de sus principales obras poéticas “Canto Nacional” , también uno de menor aliento “Amanecer”… no me pareció feliz la elección y no necesariamente por lo extensos sino porque es poco para evaluar una obra literaria y de hecho estos poemas no me entusiasmaron mucho. Pero sí los que leí en una revista literaria en internet llamada “Arcadia”, dos de ellos son estos. Cardenal tiene un estilo simple y algo seco donde se entrelaza su pensamiento humanista y político sin caer en el panfletismo. Tal vez Jacques Prévert, el buen poeta francés se le parezca un poco:
Salmo 1
Bienaventurado el hombre que no sigue las consignas del Partido
ni asiste a sus mítines
ni se sienta en la mesa con los gangsters
ni con los Generales en el Consejo de Guerra
Bienaventurado el hombre que no espía a su hermano
ni delata a su compañero de colegio
Bienaventurado el hombre que no lee los anuncios comerciales
ni escucha sus radios
ni cree en sus slogans.
Será como un árbol plantado junto a una fuente.
Como latas de cerveza
Como latas de cerveza vacías y colillas
de cigarrillos apagados, han sido mis días.
Como figuras que pasan por una pantalla de televisión
y desaparecen, así ha pasado mi vida.
Como automóviles que pasaban rápidos por las carreteras
con risas de muchachas y músicas de radios...
Y la belleza pasó rápida, como el modelo de los autos
y las canciones de los radios que pasaron de moda.
Y no ha quedado nada de aquellos días, nada,
más que latas vacías y colillas apagadas,
risas en fotos marchitas, boletos rotos,
y el aserrín con que al amanecer barrieron los bares.
Es paradójico comprobar como la mentalidad conservadora y reaccionaria de la cúpula eclesiástica no ha hecho nada para prohibir o excomulgar a sacerdotes cómplices de hechos aberrantes como el ejemplo del padre Julio César Grassi (por abusos de menores) o el capellán Christian Von Wernich ( por crímenes de lesa humanidad) y sí se apresuró a castigar a alguien comprometido con su pueblo, que en definitiva era la prédica de Cristo. La cancelación de ese castigo por parte del papa Francisco trae una dosis pequeña de justicia. De cualquier forma es evidente que hay otra Iglesia; la verdadera, la de y para los humildes y a esa pertenecía Ernesto Cardenal.