La poesía en modo femenino (Sylvia Plath)

GRAN ANGULAR

SANTA ROSA26/02/2020Diario TresDiario Tres
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Por Valdir Peyceré

Siempre es una alegría comprobar que hay juventud que lee literatura de calidad y la publicación de los twits de Florencia Kirchner haciendo referencia a la escritora norteamericana Silvya Plath (1932/63) y su novela “La campana de cristal” lo demuestran. Independiente de las implicaciones políticas y la posición feminista a la que Florencia alude en sus mini-textos, el solo hecho de esta lectura ya es meritoria. Plath fue principalmente poeta; supongo que la hija de CFK a esta altura ya lo debe saber. Este es solo el lugar más alto del iceberg de la vigencia de la poesía aun en un momento de la humanidad nada halagüeño. Pero;  ¿alguna vez lo fue?. Tengo un ejemplar de sus poemas; una edición bilingüe (inglés / portugués) de la editorial “Iluminuras” (São Paulo, 1991) en mis manos. La vida de Plath fue dramática. Desde joven se le diagnosticó depresión severa que arrastró toda su corta vida. Casada con Ted Hughes (1930/1998) un escritor y poeta como ella y además profesor universitario en la Universidad de Massachusetts (EEUU) el 16 de junio de 1956, la pareja tuvo una “primavera” romántica y feliz hasta el comienzo de 1960. A esa altura Hughes ya reconocía en Plath a una personalidad dual, que caía en abismos depresivos profundos.  Sylvia Plath no le habría mencionado sus recaídas ,e, incluso, algunas tentativas de suicidio hasta bastante después del casamiento.  El matrimonio retorna a Inglaterra (Hughes era británico) y tratan de reiniciar una vida con sus hijos (Frieda y Nicholas) pero a poco de mudarse, Hughes mantiene un affaire con Assia  Wevill (1927/69) una chica de origen judío huída de la Alemania nazi y ávida por aventuras románticas . Esto genera el distanciamiento de Sylvia y la posterior ruptura del matrimonio, terminando con el suicidio de Plath el 11 de febrero de 1963. Su poesía de los 60 refleja algo de esa perturbación y la permanente tensión de la relación con Edward Hughes, una persona que aunque odiado por las feministas era considerado por la crítica inglesa un gran poeta. Es bastante lógico que Hughes acapare esa antipatía de las (y los) admiradores/as  de Plath ya que fue justamente su relación con Assia la que precipitó ese final de la poeta nacida en Boston. 

A esta altura ya me alejé un poco de lo que quería narrar porque mi intención en un primer momento era la de referirme a la Poesía en general y a su vigencia a pesar del sistema que parece alejarse cada vez más del talento, la individualidad creativa y la interioridad. De cualquier forma, son cosas que pasan en el acto de escribir; el “peligro” de ir tejiendo comparaciones, paralelos y coincidencias entre diversos o en este caso (ya que lo haré a continuación) diversas escritoras…  Lo bueno es que el Gran Angular sigue saliendo (“toco madera”) y puedo volver sobre las mil posibilidades temáticas que la poesía encierra.  Así que ahora seguiré con Plath y trazaré en otros números, un paralelo con otras dos poetisas; una brasileña (Ana Cristina César) y otra argentina (Alejandra Pizarnik) y lo que se dio en llamar la “poesía confesional”.  Siguiendo con Plath puedo señalar que estoy de acuerdo con lo que subraya la edición brasileña de su obra que tengo en manos (“Silvya Plath, poemas”) de que su trabajo poético aunque puede considerarse “confesional” no quiere decir que sea un mar de lamentaciones y lágrimas sin control y sí, todo lo contrario: Plath se expresa de forma controlada, casi “milimétrica” en relación al texto que escribe. En eso hay que sacarse el sombrero; la poeta es diestra en hablarnos de sus alegrías y dolores de forma tangencial y distante; a veces casi como si se tratara de otra persona que escribe. Para ejemplificar uso este poema denominado “Child” (“Niño/a”):

Tu ojo claro es lo que tienes de más lindo

ojalá pudiera llenarlo de patos y colores,

zoológico  de lo nuevo.

Nombres en que piensas,

campanitas de abril, lirios  

blancos.

Una rama lisa;

lago en cuyas márgenes, imágenes

podrían ser clásicas e inmensas.

No ese tenso

torcer de manos, ese techo

oscuro y sin estrella.

 

Fuera la última estrofa, no diríamos que Plath pasa; a pesar de la contemplación alegre de uno de sus hijos (no sabemos si se trata de Frieda o Nicholas), por algún momento de incertidumbre o angustia. Las tres estrofas iniciales nos “hablan” de una contemplación apenas. Imágenes sutiles y precisas. Solo al final nos “muestra” que hay algo incierto (tal vez en esa perspectiva de pasos azarosos que es la vida misma) más adelante.

Plath tiene un “pié” en la denominada poesía modernista norteamericana y el imagismo oriundo de nombres tan diversos y competentes como Eliot y Pound y sus seguidores algo más distantes como Frost, Williams y Wallace Stevens. La descripción algo distante, la tentativa de la síntesis y una cierta “frialdad” lírica. Por eso su obra, aunque plagada de “momentos angustiantes” no le son revelados al lector más que en las “entrelíneas”.  Son esas entrelíneas las que debemos descubrir nosotros. Por eso, aunque a uno le gustaría por momentos separar la vida de la poesía, en el caso de Plath, es imposible. A pesar de su corta vida (apenas 30 años); su trabajo literario fue bastante prolífico. Escribió entre otros: “The Colossus”  (El coloso), 1960 y “Ariel” (1965) en poesía y “The bell  jar” (La campana de cristal), 1963 y “Johnny Panic and the Bible Dreams”, 1977 (póstumo), entre sus textos de ensayos novelísticos. 

Fue la primera mujer a recibir un premio Pullitzer (póstumo) y uno de los principales nombres de la poesía norteamericana en modo femenino, junto a  Emily Dickinson, Elisabeth Bishop y Marianne Moore. Una contribución a la poesía femenina que incluso se puede leer en el ensayo autobiográfico “The bell jar” y para eso me remito a lo que menciona la wikipedia a respecto: 

Su obra más representativa y novela semi autobiográfica - reflejo de las características psicológicas de la autora - narra la vida de la joven Esther Greenwood, alter ego de Sylvia Plath. A través del monólogo interior asistimos a la inestabilidad emocional siempre colindando con la depresión de la protagonista, la cual mantendrá una lucha continua en su intento por adaptarse. Visión no exenta de cinismo y calidad estilística, con ritmo propio de la poesía.