El Angel de la Bicicleta

SANTA ROSA25/12/2019Diario TresDiario Tres
10-11-12

71107887_2644788338898533_7884951294165647360_oPor Valdír Peyceré

Cuando viajé a Rosario en el año 2009 no conocía la historia. Veía las bicicletas pintadas, los grafittis urbanos del vehículo de dos ruedas por casi todos lados… los vi un poco más cuando me interné cerca de la universidad y en los vagones y muros cercanos al río Paraná. También habían otros de hormigas gigantes y, claro, muchas otras cosas. Recuerdo el calor de ese comienzo de otoño algo sofocante y húmedo porque todavía no había comenzado a hacer frío. Recuerdo que rápidamente entendí la ciudad y que para las expectativas que tenía no me pareció tan grande. Rosario me gustó aunque tuviera como un costado algo de ensueño decadente, olvidado y demodé. Cuando volví a mi casa, aquí en Santa Rosa, e hice una selección de las fotos de Rosario, muchas eran las de las paredes con las bicis… (con una de ellas ilustro esta nota) y seguía sin hacer el nexo con el hecho que enlutó un poco más a las revueltas populares del 19 de diciembre de 2001 en todo el país. Para mí, o a los rosarinos les gustaban mucho las bicicletas o era algo enigmático que en algún momento develaría. Y ese momento llegó cuando oí la canción de León Gieco y comencé a percibir que esos grafittis eran una forma de homenaje a Claudio Lepratti, el muchacho que trabajaba en los merenderos populares de la periferia pobre rosarina. Me explico; en esos años vivía en el exterior y solo supe de los infaustos sucesos del 2001 por los diarios brasileños que  no decían nada al respecto del asesinato de Claudio porque había otras cosas muy importantes para referirse, como son la misma rebelión popular de esos días, la represión generalizada, los saqueos y la posterior renuncia del presidente De la Rúa. 
Revisando algunas notas de revistas culturales me viene a la mente aquel viaje a Rosario y pienso en tantas vidas cortadas en la plenitud de la juventud desde aquella fecha a esta. Muchas con el beneplácito del gobierno de turno, como los casos, primero  de la desaparición forzada y asesinato posterior de Santiago Maldonado y el asesinato por la espalda de Rafael Nahuel en el régimen macrista, que, por suerte, acaba de ser derrotado en las urnas. La música de León Gieco, el tema ecléctico (aunque se lo  puede definir como una cumbia estilizada) en lo musical, como es gran parte del repertorio de Gieco,  tiene una letra que es más que clara: “no disparen que aquí solo hay pibes comiendo…”. En ese increscendo represivo,  los elementos de la policía que habían llegado al local siguieron disparando y la víctima fue el propio Claudio Lepratti. Una víctima inocente de la represión ciega.
Lepratti había nacido en Concepción del Uruguay (Entre Ríos) el 27 de febrero de 1966. Entre 1983/85 estudió derecho en la Universidad del Litoral y en 1986 entró como seminarista en el Instituto Salesiano de la localidad de Funes, a pocos quilómetros de Rosario. En 1991 y ya habiendo abandonado la fugaz carrera eclesiástica, Lepratti se muda a Rosaro y se ubica en el barrio Ludueña. En poco tiempo comienza un trabajo de contención y asistencia a los sectores marginados del humilde  barrio rosarino. En él creó y participó de la creación de una revista (“El ángel de lata”) y de las comunidades eclesiales de base. También fue delegado de ATE (Asociación Trabajadores del Estado) y fue congresal por la CTA (Central de Trabajadores de Argentina).
La herencia artística que deja no se refleja solo en las paredes de Rosario sino en buena parte de las metrópolis argentinas, donde también se alzan monumentos a su memoria (a comenzar por el levantado en su ciudad natal donde también una calle lleva su nombre). Varios temas musicales lo homenajean (Ataque 77, Farolitos, Agua Dulce, etc. ) aun cuando el tema de Gieco (con piano de Luis Gurevich) sigue siendo el más conocido y divulgado de todos.  Leo que las bicicletas de Rosario no representan solo a Claudio sino a otros caídos por la represión de la última dictadura cívico – militar (1976/83) y ejecutadas en esténcil por el artista plástico Fernando Traverso. La bicicleta, un vehículo que no contamina y que es sinónimo de libertad y vida saludable representando las vidas de los que se fueron. Vidas jóvenes como las de Maldonado, Nahuel, Lepratti y tantos otros que podrían estar ayudándonos a poner a este país de pie, una vez más.