Me clavó el visto

Por Carola Ferrari

SANTA ROSA12/10/2017Diario TresDiario Tres
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Mi ahijada me mandó un artículo publicado en la revista Anfibia en el que se analizaban los nuevos códigos virtuales, me lo mandó porque sabe que me encanta pensar en la frase que da título a estas palabras: “me clavó el visto”. El “visto” es lo que acusa una pantalla cuando el receptor no sólo ha recibido el mensaje, sino que además lo ha visto. Y cuando alguien ve un mensaje parece que tuviera la obligación, inmediata, de dar respuesta.
En el artículo relataban prácticas de jóvenes atravesados por la virtualidad, me sorprendió especialmente una chica que ponía la alarma de su celular a las cinco de la mañana sólo para que su última conexión hablara de ella sin necesidad de palabras. Me sorprendió pero a la vez me pareció un recurso muy de la época, sobre todo cuando escucho entre mis amigos preguntas de: ¿qué hiciste hasta las 3 de la mañana? ¿La gente mira la última conexión del otro?
Cuando nosotros éramos adolescentes usábamos el término “me cortó el rostro”, hoy esa expresión se reemplaza por el “me clavó el visto”, que en definitiva significan lo mismo: el otro nos ha ignorado.
Parece que necesitar de la mirada del otro no es algo vaya a perder importancia ni siquiera en esta época de puras pantallas. Incluso algunos afirman que las pantallas nos ponen autistas, porque no dialogamos y eso complica el lazo, el contacto, y nos conecta sólo con nosotros mismos, pero me parece que no es tan así, en todas las redes hay un modo de hacerle saber al otro que lo hemos visto, que hemos registrado su publicación, que nos gusta, nos encanta, nos enoja o nos divierte. Siempre está la interacción con los demás. Cambian las épocas, cambian los modos, pero la necesidad es la misma.
Yo tengo un secreter que era de mi abuela y cuando llegó a mis manos y lo estaba investigando abrí un cajón, el más alto, había una pana verde, preciosa, y mi tía me explicó: acá se escribían las respuestas rápidas, las que se hacían de pie, sin abrir la tapa y sin sentarse. Y yo me imaginé al cadete, charqui, cartero, heraldo, no sé cómo lo habrán llamado, pero lo imaginé allí quieto, con la ansiedad del autor que aguardaba la respuesta, decidido a llevarla porque su tarea no estaría concluida hasta que el emisor tuviera en sus manos la respuesta.
Hoy la tecnología permite burlar algunas cuestiones, si no te vieron en la fiesta pero tu última conexión fue a las cinco se podría pensar que igualmente la pasaste bien. Si dijiste que tenías sueño para irte de una cena y luego te ven “en línea”, genera algunas sospechas. Porque siempre estamos buscando señales, el color de los tildes, la última conexión, la cantidad de visitas o de deditos en alto. Lo virtual ha reemplazado un poco el contacto de la piel, la conexión de los ojos, la electricidad del roce y ha dado lugar a los “toques”, “estar en línea”, la “cantidad de reproducciones” o “número de visitas”. Pero algo no cambia, y es que estamos ahí, aguardando del otro, esperando su respuesta y rogando que por favor, no nos claven el visto.