
El hombre anduvo descalzo hasta los catorce años y contó:
“Mis abuelos maternos, vivían en un mundo de escasez criando cerdos. Eran analfabetos…… y en el invierno, cuando el frío de la noche apretaba, a los lechones más débiles se los llevaban a la cama………Algunas veces, en noches calientes de verano, mi abuelo me decía: ‘José, hoy vamos a dormir los dos debajo de la higuera’…
…la noche se poblaba con las historias y los sucesos que mi abuelo iba contando………. no será necesario decir que yo imaginaba que mi abuelo Jerónimo era señor de toda la ciencia del mundo…
…por la mañana mi abuela, me ponía delante un tazón de café con trozos de pan y me preguntaba si había dormido bien. Si le contaba algún mal sueño nacido de las historias del abuelo, ella siempre me tranquilizaba: ‘No hagas caso, en sueños no hay firmeza’...” (no cuento el final y recomiendo su lectura completa)
Esta es una transcripción del relato pronunciado por el portugués cuando recibió en 1998 el Premio Nobel de Literatura. Antes escribió: “Ensayo sobre la ceguera” y a partir de este tema propongo algunas reflexiones: sobre la ceguera y la locura de la persona y las sociedades.
Así como se dice que loco no sería el incapacitado para razonar, sino el que vive fuera de la realidad, también puede decirse que ciego no es el que carece de visión sino el que no ve la realidad. Por carácter transitivo me pregunto si una gran parte de la sociedad puede padecer de ambas imposibilidades, ya sea tanto por acción como por omisión.
G. K. Chesterton (1874-1936), autor de la obra “Capitalismo como Locura”, criticaba al capitalismo “porque no pone la economía al servicio de la persona, sino al revés”.
Entonces, podría conjeturarse que el capitalismo no ve la desigualdad, la degradación ambiental y la miseria que generan los poderosos.
Retomando a José Saramago y "Ensayo sobre la ceguera", una novela donde narra cómo una epidemia de ceguera blanca se extiende por la ciudad, desatando el caos y revelando la brutalidad humana. La idea remite a obras anteriores como “La Peste” de Albert Camus y “El Internauta” de Héctor Oesterheld. Como se ve, es difícil ser original.
En la trama, un hombre se queda ciego cuando está detenido frente a un semáforo; la peste es contagiosa y los enfermos son internados en un hospital igual que el infierno. Allí duermen en los pasillos por falta de camas, la Ciudad entra en cuarentena y sus habitantes la emprenden con crueldad contra el prójimo.
En el pasado y en el presente encontramos muchos ejemplos de sociedades que, conducidos por un loco y ciego, las lleva al hambre, la injusticia o la guerra.
Hoy estamos en la “Guerra del Cerdo” de Adolfo Bioy Casares, porque se apalean a abuelos que reclaman por lo suyo.
Ya es hora de recuperar la lucidez, la vista… y como dice Eladia Blázquez “Honrar la Vida”.